He
mirado tu calma y la llovizna
mientras
la mañana es un frío
que
se adormece en tu cabello
y
la luz,
un
pálido remolino
de
septiembre sobre tus labios.
He
mirado los contornos oscuros
de
tu silencio,
la
voz
nunca
dicha derrumbándose en el vacío,
la
soledad perfecta
en
el absoluto idioma de tu cuerpo.
Naufragan
los mares
mudos
de
la conversación nunca dicha
en
las costas de tu boca,
en
su quietud que sonríe
sobre
el irónico rostro de la lluvia y
de
la nada.
Alejandro Martínez Lira
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