Sé
que el humanismo no es erudición, sequedad, apatía y arrogancia. Sé
que el humanismo no desarrolla una mentalidad, por decirlo de algún
modo, sádica y masoquista. Entiendo que al humanista no le gusta
humillar a otro ni mucho menos ser humillado ni gritoneado. Entiendo
que el humanista actúa según su conciencia, su razón y corazón.
No es un espectador. Dante participó activamente en la política
florentina. Como güelfo blanco, y opositor al Pontífice Romano, fue
condenado al exilio por los güelfos negros. Tanto Dante, como
Petrarca y Boccaccio no tenían un espíritu conservador. Los tres
cuestionaron las ya tediosas enseñanzas de la escolástica medieval.
Mostraron que el ser humano no es un receptáculo de pecados sino un
universo por explorar, un ser digno. Con la Comedia de Dante, la
humanidad es capaz de alcanzar la divinidad gracias al conocimiento,
con la guía de los clásicos, representado Virgilio, con la guía
del amor, representada por Beatriz. Beatriz no es la teología: La
Comedia es un poema de amor.
El
humanismo no es apatía ni neutralidad. Tampoco es academicismo. No
pocos académicos, a nombre del “conocimiento” y de los buenos
funcionamientos de las instituciones que los sustentan, niegan el
humanismo. No con cierta sonrisa, recuerdo la actitud de las
academias españolas durante la invasión napoleónica a principios
del siglo XIX. Pocos académicos fueron los que se mantuvieron
congruentes, ya que mayoritariamente, de un día a otro, según el
bando que fuera ganando, pasaban de alabar a José Napoleón, a
alabar a Fernando VII (efecto, dicho sea de paso, similar al de
algunos con las becas, por ejemplo, de CONACULTA). ¿Qué quedó de
aquéllo que escribió Terencio en su Atormentador
de sí mismo?
¿De Aquello de “Homo sum, humani nihil a me alienum puto”?
¿“Humano soy y nada de lo humano me es ajeno”? ¿Puede
mantenerse ajeno un humanista ante los miles y miles de muertos, los
miles y miles de desaparecidos que vemos hoy en los rostros de los
estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, por ejemplo? ¿Ajeno
ante el trágico número de feminicidios en este país?
¿Ajenos ante tanto dolor e indignación? ¿Humanistas indignados
porque las Universidades cierran como acto de protesta y solidaridad
con otros seres humanos? ¿Indignados, no contra las injusticias,
sino porque se pinta en los muros de edificios que representan el
poder, el autoritarismo y la corrupción? ¿Por vidrios rotos de
bancos? ¿Por salir a la calle y gritar: justicia?
El
humanismo, cuando sale de las aulas, cuando de los libros se va hacia
las calles, hacia las sierras, hacia la humanidad, vaya que es
incómodo; el poder, hasta del apelativo de humanista despoja y da el
apelativo de “vándalos”, y quizás no están tan equivocados,
pues fueron los vándalos quienes se rebelaron contra el poder
romano, quienes vencieron un imperio que los humillaba, que los
despojaba, que los asesinaba. Sé que por algún lado aún existe el
humanismo. Sé también que el humanismo se destierra a diario,
incluso, de las universidades, para ser suplantado por “humanistas”
complacientes, generados por los modelos de la televisión, es decir,
“humanistas” de esta economía de mercado.
Muchas
expresiones artísticas zapatistas fueron presentadas el 28 y 29 de
julio de 2017 en el Caracol de Oventic, Chiapas. El arte pide al
creador disciplina y también tiempo. El artista se enfrenta, por lo
tanto, a un mundo que no ofrece condición alguna para la creación
y, no pocas veces, a vicisitudes que lo mantienen, ya no sólo en un
estado económico precario, sino incluso, de desprecio social. No es
raro que, en un mundo donde prevalece un sistema de explotación, el
ser humano es sólo un producto, una máquina, un número, y sus
posibilidades de recreación y de valoración existencial son mínimas
para la mayoría, y, en ocasiones, el ejercicio, por ejemplo,
artístico, es sólo privilegio de las clases adineradas. De ahí
que, en los eslabones de abajo, el artista es una aberración dentro
del sistema actual, ya no digamos si además es mujer.
Sabemos que en territorio zapatista se han desarrollado otras formas
de relaciones económicas, políticas y sociales, que la explotación
prácticamente no existe, que se ha valorizado al ser humano y, por
lo tanto, se han abierto las posibilidades de que mujeres y hombres
expresen diversos aspectos de sus vidas para comunicarlos a través
de diversas expresiones artísticas, como ha quedado demostrado en
los dos CompArte por la Humanidad celebrados en Chiapas en el 2016 y
en este 2017. Por ejemplo, se han realizado algunas coreografías.
El año pasado se difundió el Baile del Derecho a las Mujeres, que
se ejecutó en el Caracol de la Garrucha.
La
coreografía es acompañada también de música original, con ritmos
populares en el Sureste mexicano. Los pasos bien nos recuerdan a
algunos de las danzas tradicionales mayas, inevitablemente, me hizo
recordar a la Danza de la quema del Diablo, que se realiza en
Guatemala. La creación de este baile es parte de una lucha ardua de
mujeres indígenas tzeltales que están luchando por su dignidad y
sus libertades. Sus luchas ha abierto las posibilidades de
desarrollar actividades recreativas y creativas, gracias a su
desarrollo económico y al tiempo que ya disponen al librarse de
muchos de las obligados trabajos tradicionalmente femeninos y
compartir éstos con los hombres.
Se
promueve en territorio zapatista el trabajo colectivo y la recreación
y la creación colectiva. Y sobre estas últimas algunas y algunos nos
ha emocionado, por ejemplo, el Bailable de la Resistencia:
Sin
embargo, también encontramos artistas individuales. Conocidos son
los cuentos y la prosa poética del Subcomandante Marcos y del
Subcomandante Galeano, de calidad literaria indiscutible. Sin
embargo, durante el último CompArte por la Humanidad, a finales de
julio, en Oventic fue de llamar la atención las magníficas obras
plásticas del C. Pablo, de la Región Zoque: dibujos y esculturas de
originalidad y gran calidad, con claras influencias de las
Vanguardias de la primera mitad del siglo XX, ante todo, del
Surrealismo. La metáfora, en general, los fenómenos retóricos del
nivel del significado, más allá de su carácter comparativo formal,
que más ayuda a entenderla didácticamente, es una síntesis de
sensaciones, de emociones, de materia, elementos en apariencia
intocables, que el artista une para expresar nuevas formas de sentir,
de percibir y entender la realidad. Para el futurismo, el imaginismo,
y el surrealismo la metafóra era fudamental. En C. Pablo encuentro
metáforas escultóricas y gráficas.
Peces,
formas antropomórficas, aves, focas, gacelas, integrados con
precisión (que nos recuerda aquello de la “irracionalidad
concreta” de la que escribía Dalí), y equilibrio, en que las
diversidades conviven, como lo menciona el artista, sin embargo, es
también una invitación a reconciliar nuestra razón con los
diversos aspectos de nuestra naturaleza, de ahí que, en ambos
dibujos ,la cabeza está asociada con elementos animales, que
simbólicamente nos remite a los aspectos primordiales de nuestra
naturaleza. De similar manera sus esculturas expresan similares
contenidos:
En
los dibujos notamos una mayor amabilidad, aquí el autor es menos
complaciente, y más cercano a la pesadilla, a los monstruos que
habitan en los pensamientos, que combaten con la diversidad de
rostros que somos, que, al fin y al cabo, como nos recuerda Fernando
Pessoa, no somos uno, sino múltiples personas que nos comunicamos
continuamente. C. Pablo, excelente artista zapatista, que explora lo
grotesco. Recordemos que lo “grotesco” originalmente aludía a la
combinación fantástica de formas vegetales, animales y humanas.
Fue hasta el siglo XVIII que lo “grotesco” fue considerado como
una categoría estética y en el siglo XX fue bastante desarrollada
por los movimientos vanguardistas y diversos artistas contemporáneos.
Expresiones creativas concretas, arte colectivo e individual (porque
nunca hay que olvidar que las colectividades están integradas por
individualidades) son parte de las victorias más importantes que el
zapatismo ha logrado a partir del 1994, incluso, desde la década de
los 80, una revolución social y económica que acompaña a una del
espíritu, sincera, libre.
Me pierdo entre a garganta del insomnio
en la noche que levanta siglos. Mi temor
de cuerpo dividido en sombras;
los muros, mi voz, los cristales.
Mi descuido de no saber lo que pasa.
Sólo entiendo tus labios, desnudos, concretos
sobre la insalvable isla de los míos;
sólo entiendo tu carne, tus manos, la noche,
todo lo que salva a mi muerte
de morir fuera, muy afuera
de todas las fronteras de tu carne.
Se derrumba mi cuerpo sobre la noche;
mi insomnio se sabe en otros ojos, otra boca.
No hay nombres, idiomas, alfabetos,
y lo que no es tiempo es conjuro,
es mundo, entiendo, son labios:
todo lo que salva a mi muerte
de morir fuera, distante, muy afuera,
de todas las fronteras de las carne.
Alejandro Martínez Lira (Poema incluído en el libro En la garganta del insomnio)