Me cerco con estas letras que te
escribo
para librarme de tu distancia;
para cercarme de tu calor y de todo
lo que la piel es
frente a la lujuria:
luz
que se desborda desde tu pelo
hasta el nervio más callado que se
desata
de mi boca
al silencio agitado de tu vientre;
el encuentro con tu cintura;
el despliegue de mi piel
caliente hasta tus caderas;
creer en la fe de tus piernas entre las
mías
y respirar el aroma de tu piel
como el acto más vital de los
instantes,
como un mundo que se agita o reposa
en cada fruto del árbol tibio de mi
olfato.
Morder los segundos
en tu cuello y en tus hombros;
entregar la sed de mis labios a tus
dientes;
entregarme
al vaivén de los ángulos desnudos de tu
cuerpo.
Gemir la noche,
la madrugada,
y las horas,
abismarme en tu mirada de tierra que me
sepulta,
dejarme conducir sin preguntas ni
razones
por tu humedad
tan sabia,
total
y perfecta,
que es brisa,
que es río,
Jordán que arde
y me salva de la culpa tan grave de
jamás vivirte.
Alejandro Martínez Lira
No hay comentarios:
Publicar un comentario